Sabiendo
de antemano la imposibilidad
de recoger con justicia en unas pocas líneas, la andadura vital de ese gran
periodista cubano que fue Carlos Castañeda, acepté la generosa invitación de
hacer esta reseña de parte de su viuda y querida amiga Lillian Castañeda, como
una forma de agradecimiento póstumo, a quien, con su ejecutoria como
periodista, puso tan en alto al
exilio cubano, no sólo ante el pueblo puertorriqueño, desde las páginas
deslumbrantes de El Nuevo Día,
sino ante todo el Continente Americano.
Así, sólo
señalaremos muy
sucintamente los aspectos más importantes de su larga carrera, deteniéndonos
brevemente en su trabajo en pro de la libertad de prensa en Cuba, su apoyo a la
prensa cubana independiente y su denuncia de la censura al pensamiento libre,
perpetrada por el régimen cubano, denuncia que mantuvo hasta el sorpresivo y
prematuro final de su vida en tierras de Portugal en el año 2002.
Nada más
apropiado para esta
ocasión que abrir la presentación de esta noche con las propias palabras de
Castañeda, extraídas de una
conferencia dictada aquí en San Juan en el 1997, acerca de lo que a su juicio
es “ser periodista”, y que nos permite asomarnos brevemente, a su concepción de
esta profesión y sus exigencias, de todo lo cual fue ejemplo vivo el propio
Castañeda como periodista.
El
texto de esta conferencia
aparece en el libro Ser
periodista (La vida y legado de Carlos M. Castañeda), publicado
por la Fundación
Educativa Carlos M. Castañeda que ofrecemos para ustedes esta noche y que
recomendamos sin reservas.
Decía
Castañeda en esa
ocasión, y cito:
“Ser
periodista
exige tener un sentido de misión. Decía un pensador cubano del siglo XIX: “El
periodismo, más que una profesión, es un sacerdocio”. Hay que verlo, afirmaba
Castañeda, como una vocación de servicio al ideal democrático de la sociedad
occidental, pues la función de escoger y tomar decisiones que corresponde al
ciudadano en una
sociedad plural, está fundamentada en la información de que dispone, la
información y el discernimiento de los hechos que le ofrece la Prensa. La
misión de cuestionar, de servir de foro de ideas, de despertar la sensibilidad
social, de contribuir a mejorar la convivencia en libertad. Una misión a
realizarse con la altura de miras que corresponde a un sacerdote”. (Cierro la
cita). Eso fue Carlos Castañeda,
un celoso sacerdote del periodismo.
Entre
una serie de fotos de
Castañeda, hechas a lo largo de su vida de periodista, que tuve la oportunidad
de examinar para ilustrar esta presentación, hay una que me llamó poderosamente
la atención: es un retrato al óleo, inconcluso, de Castañeda, realizado por el
pintor puertorriqueño Francisco Rodón, autor de una serie de retratos de
destacadas personalidades del mundo político y literario latinoamericano y del
Caribe, entre ellos, el puertorriqueño Luis Muñoz Marín, el argentino Jorge
Luis Borges, el mexicano Juan Rulfo y un largo etcétera. En esa foto aparece
Pancho Rodón, pensativo y serio y tras él, el rostro casi terminado de nuestro
Castañeda: la mirada penetrante y limpia, una sonrisa apenas apuntada y la
expresión segura de quien mira hacia el futuro con optimismo y sabiduría.
El retrato
inconcluso,
comenzado años antes de su desaparición prematura, y nunca terminado, es el
anuncio de su partida a destiempo del escenario de la vida, que no de la
historia. Representa la gestión incompleta de quien, no obstante haber
realizado una obra periodística gigantesca y de primer orden, a todo lo largo y
ancho del Continente Americano y el Caribe por más de medio siglo, aguardaba
aún el sueño acariciado durante sus cuatro décadas de exilio: reiniciar en una
Cuba libre su último proyecto periodístico: fundar en su patria, con el jugo de
todas sus experiencias, un medio periodístico que robusteciera la libertad de
prensa y ayudara a la maltrecha isla a caminar de nuevo por el camino de la
democracia y la libertad . No en balde, afirmaba el propio Castañeda, y cito:
“Hay
un vínculo
fundamental entre la libertad de prensa y la propia libertad del hombre. Cuando
se limita o se coarta la libertad de prensa, está también limitándose y coartándose la libertad del hombre. De ahí que no puede existir una
democracia genuina sin una prensa libre independiente” (Cierro la cita).
Ese fue
el único sueño que no
pudo convertir en realidad y que quedó incompleto, como el retrato inconcluso
de Rodón.
Echemos un vistazo a su
carrera periodística.
Cuando
nos asomamos a los
inicios de su carrera periodística, todavía un adolescente de
14 años, no nos
sorprende en absoluto el ascenso meteórico de su figura en el competido campo
de las comunicaciones. Ya, antes de graduarse cono honores del Colegio de la
Salle del Vedado, en la capital habanera, dirige la revista literaria de ese
colegio y, como haría años más tarde con una veintena de periódicos y revistas
de un extremo a otro del Continente Americano y del Caribe, la transformó de
una publicación mimeografiada y sin presupuesto, a una revista impresa
financiada con anuncios comerciales. ¿Quién se sorprende ahora de aquella
primera gestión transformadora?
Una vez graduado en la Escuela de Periodismo
“Manuel Márquez Sterling”, de la Universidad de la Habana, trabaja
en Cuba para varios periódicos
como redactor y reportero. Escribe reportajes para la revista Bohemia --recordemos
sus incisivos reportajes
para la Sección en Cuba de dicha revista--. Es parte del panel de
entrevistadores del programa “Ante la Prensa” en CMQ – Televisión, además es
presentador de noticias de El Mundo en la Televisión y del Canal 12, ya a color
en aquel momento.
Aprovechando
su estadía en EE.UU. en ocasión de realizar estudios post
graduados en la Escuela de Periodismos de la Universidad de Missouri, con
apenas unos 22 años de edad, realiza una serie de entrevistas a personajes del
mundo de la política norteamericana, como al ex presidente Truman y al
presidente Eisenhower. Es necesario decir que la publicación de esas
entrevistas suscitaron la admiración del Director de la revista Bohemia, el Sr.
Miguel Angel Quevedo, lo que le valió la entrada inmediata al cuerpo
periodístico de tan importante publicación. Un año más tarde, en 1955, viaja a
Europa como corresponsal de Bohemia y en Italia entrevista al famoso capo Lucky
Luciano y a la glamoroso artista de cine Sofía Loren. En el 57, a cinco años
del golpe militar del “10 de marzo”, entrevista al depuesto presidente
Carlos Prío Socarrás.
En el
59, acabado de bajar de
la Sierra, y todavía de camino hacia la Habana, Castro concede su primera
entrevista a Bohemia que se da en la ciudad de Holguín a donde se traslada
Castañeda, junto al periodista norteamericano Jules Dubois, para recoger esa
primicia periodística. A mediados del 60 entrevista, también para Bohemia, al
fatídico “Che” Guevara; y ya, para
agosto de ese año, convencido que se acababa en Cuba el periodismo libre, se
exilia a Estados Unidos y en la ciudad de New York, junto a Quevedo y un grupo
de periodistas que también se exilian, fundan “Bohemia Libre”, de la que fue
subdirector.
Más tarde,
en el 1965, trabaja
en la revista “Life en Español”, de la que también fue subdirector, y donde
realiza importantes reportajes.
En el
1970 se traslada a
Puerto Rico, aceptando el reto de transformar un viejo periódico de la ciudad
de Ponce, en un diario completamente nuevo de circulación general. Se convierte
así en el creador y primer director de El Nuevo Día. Allí, Castañeda pone en
práctica sus ideas innovadoras marcando un nuevo rumbo al periodismo
puertorriqueño y Continental.
Entre
el 1998 y el 2001, Es
Editor y Director del periódico El Nuevo Herald en Miami, al que logra
cambiarle la imagen en pocos meses y convertirlo en el periódico más rentable
de la Cadena Knight Ridder.
A lo largo
de su carrera,
Castañeda sirve como asesor de contenido editorial y diseño para más de 20
diarios y revistas en América Latina, lo que le ganó entre sus colegas el sobrenombre
de “médico de los periódicos”. Además,
comparte sus conocimientos como conferenciante ante numerosas asociaciones
periodísticas profesionales en el ámbito internacional y en Universidades en
ambos hemisferios.
Premios recibidos.
En el
camino de su andadura
periodística, Castañeda recibió
múltiples reconocimientos de las organizaciones representativas del
mundo de las comunicaciones, tanto en su patria como en el exilio.
Todavía
en Cuba, recibió en
dos ocasiones ---en el 56 y el 59---el Premio Nacional de Periodismo “Juan
Gualberto Gómez”.
En Puerto
Rico, mientras
dirigía El Nuevo Día, fue premiado
seis veces por la Society News
Paper Design.
En el
2001, mientras dirigía
el Nuevo Herald, recibió el
“Premio Ortega y Gasset” concedido por el diario madrileño El País.
Denuncia temprana de la
traición de Castro.
(Síntesis
de un reportaje
de Carlos Castañeda en “Bohemia Libre”, publicado en octubre de 1960)
Cundo
todavía muchos cubanos
tenían la esperanza de revertir de alguna manera la orientación francamente comunista
que tomaba la revolución, incluyendo
acciones armadas ---no olvidemos desembarcos armados como el ocurrido en
Bahía de Cochinos en 1961, alzamientos guerrilleros como los que se produjeron
en la Sierra del Escambray, al centro de la isla, entre 1961 y 1965, a más de
conspiraciones militares y sabotajes de todo tipo---;. cuando todavía la
mayoría del pueblo cubano hervía de entusiasmo en las concentraciones
multitudinarias en la Plaza de la Revolución, este joven periodista había husmeado
ya en las entrañas del
proyecto castrista y tan temprano como en agosto del 60, había marchado hacia
el exilio a denunciar ante América y el mundo la traición del jefe guerrillero.
Desde
las páginas de “Bohemia
Libre”, Castañeda se dedica a desenmascarar el proyecto castrista de
implantación de un régimen comunista desde el espacio de la revolución
triunfante. En un reportaje
publicado el 16 de octubre de 1960 en dicha revista, a sólo dos meses de
arribar al exilio newyorkino, titulado “Cuba bajo la estrella roja”, Castañeda
expone
con lujo de detalles los antecedentes y el trasfondo de la conspiración
comunista al interior del proceso revolucionario.
Considero
esto reportaje
iluminador como uno de los primeros
documentos donde se expone claramente la maquinación marxista-castrista
que, para Castañeda, comienza en las celdas de Isla de Pino, entre los
condenados por el asalto al Cuartel Moncada y se consolida en México, durante
la etapa de preparación de la expedición del “Granma”.
Plantea
Castañeda en este
trabajo que la muerte de Frank País, Coordinador del “Movimiento 26 de julio”
en Santiago de Cuba el 30 de julio de 1957 , a manos de la policía batistiana,
en circunstancias no muy claras que envolvieron sospechosas actuaciones de Vilma Espín, más tarde esposa de
Raúl Castro, el liderato del “Movimiento 26 de julio” quedó totalmente en las
manos del caudillismo militarista que imperaba en la Sierra Maestra.
A partir
de ese momento,
afirma Castañeda en este reportaje, comenzaron en la Sierra los contactos con
el Partido Comunista.
Mientras
Castro, después de la
huida de Batista y el triunfo de las fuerzas revolucionarias, por un lado, aseguraba
públicamente que la revolución cubana era “tan verde como las palmas” y la
encarnación de una especie de “Humanismo revolucionario” ---plantea
Castañeda--- , se montaba por otro lado la organización del aparato que
serviría para implantar el sistema comunista en la isla: la infiltración de la
educación y la cultura, el socavamiento de la economía liberal y el auge de la
presencia roja en las fuerzas armadas.
Paso a
paso, en ese reportaje,
Castañeda explica cómo el “Che”
Guevara, desde la presidencia del Banco Nacional de Cuba, desbarataba la
iniciativa privada y asumía el control de los negocios, mientras el país se
inundaba de propaganda comunista venida de Praga, Peiping y Moscú a través de
México o directamente a la Habana, conjuntamente con oleadas de mentores y
espías disfrazados de técnicos.
En ese
reportaje Castañeda
denuncia el terror y el adoctrinamiento como las dos vías que están siendo
utilizadas para imponer, tanto en el campo como en la ciudad, la ideología
marxista-leninista.
Quizás
en lo único que se
equivocó Castañeda en ese reportaje ---porque en el 1960 nadie podía prever que
30 años más tarde, la Unión Soviética desaparecería y que el llamado
“socialismo real” pasaría a ser un
mal recuerdo en la historia de la humanidad--- fue cuando afirmó que el dictador caribeño aspiraba a que lo
enterraran algún día lejano en la Plaza Roja de Moscú, junto a las momias de
Lenin y Stalin; no porque Castro no se creyera inmortal (que todavía se lo
cree), sino que, por suerte, hoy esas momias sólo atraen la curiosidad morbosa
del turismo internacional
Carlos Castañeda , la
Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) y la Prensa Cubana Independiente.
La Sociedad
Interamericana de
Prensa (SIP), es la asociación de editores, directores de diarios, periódicos y
agencias informativas de América. Fue creada en la Habana en el 1943, como
resultado de la Comisión Permanente del 2do. Congreso Panamericano de
Periodistas, llevado a cabo en la ciudad de México en 1942.
La Comisión
de Libertad de
Prensa e Información es la piedra angular de la SIP. Esta Comisión monitorea de
manera continua todas las violaciones de libertad de prensa en el hemisferio
Occidental. Cada país tiene un vicepresidente regional que informa a la
comisión acerca de problemas y situaciones que afectan a la libertad de prensa
en ese país.
Por algunos
años, Carlos
Castañeda, en compañía del periodista independiente y fundador de la primera
agencia de prensa independiente dentro de Cuba, Raúl Rivero, hoy exilado en
España, después de ser encarcelado durante la llamada “Primavera Negra” de
2003, representaron a Cuba en esa comisión.
Su tarea
consistía en informar
en esta oficina cada vez que ocurrían violaciones a la libertad de prensa,
según tenía información directa de los periodistas independientes de dentro de
la isla u otras informaciones indirectas que él considerara relevantes.
Desde
el mismo comienzo del
surgimiento del periodismo independiente en Cuba a principio de los años 90,
Castañeda apoyó la gestión del desarrollo de la prensa alternativa cubana desde
sus posiciones en la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP). Junto al uruguayo
Danilo Arbilla y el cubano asentado en Costa Rica Eduardo Iribarri, ambos
directores de periódicos, conformaron a partir de 1995, un informe anual sobre
el desarrollo, represión y encarcelamiento de periodistas independientes en
Cuba. Así se creó una especie de tradición: la denuncia sistemática del
hostigamiento a los periodistas independientes y la falta de libertad de
expresión en la isla, así como el bloqueo informativo ejercido por la dictadura.
Carlos
Castañeda ---quien
hasta su muerte fue vice
presidente honorario de la SIP---
tuvo también una ejecutoria importante en el desarrollo de la prensa
independiente cubana, a partir de su nombramiento en el 1998 como Editor y
Director del diario miamense El Nuevo Herald. Para el periodismo independiente
cubano, según una nota enviada desde Madrid por el propio Raúl Rivero, la presencia
de Castañeda fue muy importante, porque era un profesional de raza comprometido con la libertad de
nuestro pueblo y un gran conocedor de la realidad cubana.
Su apoyo desde El Nuevo Herald, sigue diciendo
Rivero en la mencionada nota, le abrió las puertas de par en par a las noticias
de la oposición pacífica
y fue un importante espacio para el periodismo independiente. Lo admiraba,
subraya Rivero, antes de cruzar
con él la primera palabra, porque sabía su trayectoria en la revista Bohemia.
En lo personal, afirma Raúl Rivero, fue
muy importante recibir su respaldo, su estímulo y su ánimo, que no
le faltó en ningún momento. Rivero
termina la nota diciendo que cuando
hagamos la primera edición de un diario libre en la Habana, su nombre no
puede faltar en la primera plana de ese día.
Desde esa posición, no sólo continuó recogiendo información
de la prensa cubana independiente, sino que creó un fondo de ayuda económica de
500 dólares mensuales para ayudar a los periodistas independientes, enviado a
través de la revista Carta de Cuba que muchos aquí conocen, pues surge y se
mantiene desde Puerto Rico, bajo la dirección del escritor y periodista cubano Carlos
Franqui.
Ahora
que menciono a Carta de
Cuba, debo decir que fue Castañeda quien propuso a El Nuevo Día y El Nuevo Día
aceptó, publicar en ese periódico una columna de noticias sobre Cuba y recibir
por ello una compensación económica para ayudar a los periodistas
independientes que desde Cuba, colaboran con dicha revista.
Ante nosotros,
pues, el genio
periodístico que pasó por el escenario de las comunicaciones como un
visionario, como una especie de mago
que con el toque de su vara creativa transformaba los periódicos y
revistas que tocaba, así como transformaba y contagiaba con su chispeante entusiasmo
a todos los que tuvieron el privilegio de experimentar
junto a él, el fuego y la pasión por el periodismo en todas sus facetas y
manifestaciones.
Ante nosotros,
el hombre de
familia, el padre cariñoso, el esposo fiel y transparente que tuvo la valentía
de decirle a su Lillian cuando le propuso matrimonio, si estaba dispuesta a ser
su segunda pasión, porque la primera pasión siempre sería el periodismo.
Ante nosotros
también el
desterrado ejemplar, que, en medio de una carrera profesional llena de
triunfos, a lo largo de cuatro décadas de exilio, jamás olvidó de dónde venía,
ni del compromiso que tenía con su pueblo, aplastado por una dictadura atroz,
de procurar seguir siendo su voz mediática, en medio del silencio cómplice de
una prensa internacional generalmente indiferente a la tragedia cubana.
¿Su último
rol? ¿Su última
tarea en el amplio escenario del futuro?:
servir de modelo a seguir, tanto en el competido campo del periodismo,
como en el difícil y complejo escenario del compromiso patriótico.
De su
proyección profesional
en el mundo periodístico se encarga, entre otros medios, la “Fundación Carlos
M. Castañeda”, establecida desde el 2004. Su misión es continuar promoviendo,
como lo hizo Castañeda en vida, un periodismo de excelencia. La Fundación
ofrece una beca anual desde el 2006 a un o una estudiante hispanohablante para
proseguir estudios de periodismo a nivel graduado, en una Universidad acreditada
de Estados Unidos. Así mismo, publicó un valioso libro titulado “Vida y legado
de Carlos Castañeda”, que ofrecemos a ustedes, para los que quieran asomarse a
la apasionante vida de este ser humano extraordinario.
La otra
tarea, la de proyectar
su andadura patriótica y el compromiso que siempre tuvo con la libertad de
prensa en Cuba y con el periodismo cubano independiente, esa, nos corresponde a
nosotros.
Hoy, después
de medio siglo de
opresión y mordaza, en vísperas de cambios que de una forma u otra se darán,
más tarde o más temprano, es indispensable que mantengamos vivo el apoyo a esos
bravos periodistas independientes que en Cuba se juegan día a día su seguridad
y su libertad, en su esfuerzo de presentar al mundo la otra cara de la
revolución cubana.
Mantengamos
vivo el legado
patriótico de Castañeda ayudando al sostenimiento de la prensa cubana
independiente a través de medios como la revista Carta de Cuba . Colaboremos a
preparar al pueblo cubano para el disfrute del pensamiento sin censura y la
palabra libre, como quería Cstañeda. Eso hemos intentado hacer esta noche.