Charla sobre el libro SER PERIODISTA, LA VIDA Y LEGADO DE CARLOS M. CASTAÑEDA
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TEXTO COMPLETO: 
PRESENTACIONES DE LILLIAN CASTAÑEDA, 
WILDA RODRÍGUEZ Y ELSA TIÓ Done

CARLOS CASTAÑEDA Y LA PALABRA  

Elsa Tió 

La palabra como seducción, como experiencia, como aliento de vida es lo que va a determinar la vida de Carlos Castañeda, que sintió y llegó al periodismo por el aire, cuando de niño quedó impresionado al oír por la radio las noticias sobre la Segunda Guerra Mundial. 

Sí, leyó las palabras del aire, las visualizó, supo tomarles el peso, abrazarlas, intuirlas desde el primer momento. Porque no solo las escuchó, las imaginó, las soñó, las palpó, las amó y las saboreó. Sintió su ritmo,  entendió su sustancia, su fuerza, su impacto y capacidad de comunicación, gozaba con ellas, entendió que eran posible convertirlas en puente,  para llegar hasta el lejano lector o oidor.  

Decía mi padre Salvador Tió que “la palabra es el retrato de una idea.“ Pues esa capacidad en grado sumo la tenía intuitivamente, Carlos Castañeda. Su oído era una especie de cámara que  retrataba las palabras desde todos los ángulos, conocía sus espacios, su  cadencia, sus giros . Hasta por los sonidos veía sus imágenes. Eso lo llevo desde muchachito a diseñar entusiasmado periódicos pero ilustrando la información con imágenes . Se amigaba con las palabras, por eso siendo un joven estudiante en Cuba le tocó hacer una entrevista a un  importante pelotero que se sentía intimidado por el lápiz y el papel y el joven periodista, como buen sicólogo,  descarto esos instrumentos y los sustituyo por su mejor grabadora, su mente , recogió las palabras del aire y hizo una magnífica entrevista para sorpresa de todos, que luego le gana una beca para estudiar periodismo. 

No concebía un reportaje en que  las palabras y la imagen estuvieran divorciadas y debían ir acompañadas del del dibujo, de la caricatura" que no es otra cosa  que el chiste dibujado", como decía mi padre , unido a un sentido del espacio, al diseño apropiado de las letras. Sabía seducir con esos elementos, Castañeda arrojaba su red de papel tinta, e imágenes, para pescar al lector con la carnada de las palabras. De ahí su éxito. Su visión amena, divertida de las letras lograron hacer que un periódico de tan solo 5 mil ejemplares, se convirtiera en un periódico de masas. 

Su amor por la lectura, por la cultura, su conocimiento de la historia de la ilustración de los libros antiguos, fueron vitales para poder componer , madurar y transmitir esa visión unitaria e, influenciar su época y más allá de ella. Le gustaba innovar con el fin de llegar a todos los segmentos de la sociedad.  Por eso estamos aquí .  

Y ese trabazón entre la palabra y la imagen lo experimenté cuando un día recibo una llamada de Carlos Castañeda. Recién había publicado mi libro de poesía titulado Detrás de los espejos empañados. Fue al grano , enseguida me dijo que él no había leído el poemario pero que su mujer, que era maestra de literatura, le había hablado del libro que merecía espacio y que él confiaba en su juicio. La confianza se tradujo en una invitación al periódico para hacerme un reportaje.Me llené de contentura y de ansiedad. Me puse a leer y a releer toda la noche libros sobre creación literaria y  sobre poesía.Quería estar preparada ante cualquier pregunta. Y llegué al Nuevo Día cargada de algunos libros y de doctas teorías literarias. Entre a la oficina de Castañeda, era una oficina accesible,  intensa y amigable. Me ve se sonríe con cierta picardia y me pregunta intrigado,- chica pa’ que esos libros, y le contesté que era para estar preparada para la entrevista. Y con su típico acento cubano me dijo más cantando, que afirmando: 

“Chica  eso no lo lee nadie, no lo lee nadie”, y llamó al fotógrafo que llegó sonriente, y aunque yo todavía no entendía qué tenía en mente Castañeda, sentí una gran alivio que no dejé entrever. Prefiero dar curso a la emoción poética leyendo un poema, que hablar sobre porque lo escribí o qué quise decir al escribirlo. 

Entonces El Nuevo Día estaba ubicado en Puerta de Tierra y me di cuenta que la entrevista iba hacer fotográfica, cuando Castañeda mando a llamar al fotografo nos fuimos caminando y charlando amistosamente,cruzamos el Parque Luis Muñoz Rivera, llegamos a la parada 8, al mar y en la orilla me esperaban un enorme y largo tronco seco , que el fotógrafo con buen criterio convirtió en un asiento digno de una poeta, preferible a la silla de una oficina con aire acondicionado. Los vientos alisios y el mar fueron nuestra compañía .  

El fotógrafo disfrutaba de tomar fotos, hablábamos campechanamente de todo, menos de poesía. Terminada la sesión, regresamos al periódico recogí mi biblioteca ambulante y regresé a mi casa. Allí me preguntaron como me había ido en la entrevista y les comenté que sólo me habían tomado fotos. 

A los pocos días fui agradablemente sorprendida.En las páginas centrales del periódico aparecía  una composición bellísima, en las que se entrelazaban el ritmo, la imagen y la palabra. En el extremo derecho, arriba, en letras pequeñas una breve reseña de mi libro que apareció en Radio Nacional Española, al otro extremo mi foto en el tronco marino. En el centro y a gran escala unas flores negras con toques azules dibujadas por Díaz de Villegas,  pero protagonizando ambas páginas 6 poemas se adueñaron de las páginas del los espacios.. Todos colocados de forma atractiva, las palabras poetas renacían en aquel montaje, invitaban a leer. No fue solo que salieron muchos poemas en la prensa, la clave fue cómo aparecieron, los hizo lucir, les dio vida. Oportuna la frase de García Lorca, otro enamorado de la palabra y la imagen, cuando  estando mi padre  estudiante en Madrid, le repetía “Tió, en la forma es que esta la creación.“ 

Y eso lograban esas páginas centrales, tenían gracia, ritmo y belleza. Y es que el periodista que habitaba en Carlos Castañeda lo tenía concebido desde antes de que yo llegará a la cita. No fue que se le ocurrió que hacer después.  Castañeda, tenía una idea muy clara desde que me llamó. Y el reportaje, por su estilo y forma lo convirtió en otro poema. Creo que también esa página, ese destaque mágico fue de muchas formas un homenaje a la poesía en general. Era un mensaje.

La página causó sensación, el periódico,no solo elogiaba con ellos la calidad de unos poemas, fue más allá, también  prestigiaba con ello a la poesía y a los poetas. Cosa que no no era común en ese momento y menos ahora. 

Aunque hay que señalar que algunos periódicos del siglo XIX en P.R.,  todos de muy corta duración, porque así como aparecían cerraban , desaparecían  ante la contante persecución a la que estaban sometidos, hubo algunos que sí recurrieron  a la caricatura, al diseño.  Y también los  poemas  frecuentaban de vez en cuando aquellas páginas clandestinas y apasionadas. Recordemos que muchos de nuestros  líderes de entonces fueron poetas , y los versos nos defendían de la opresión. Oportuno mencionar aquí, en la Fundacion LMM otro enamorado del  periodismo que sintió ese llamado,esa necesidad de comunicarse,  esa vocación por la palabra también  desde  muy  joven. Me refiero  Luis Muñoz Rivera , que durante 30 años público un artículo diario y  definió en  verso  siendo muy joven su vocación de periodista.

cuando escribió 

“Ser  periodista, dirigir las masas; 

engendrar las corrientes populares; 

luchar por las ideas luminosas 

y por las grandes causas...” 

Pero el periodismo moderno  parecía incapaz de  enamorar, de renovar ese trabazón entre arte y letra,  en ese enamoramiento feliz en el que  Castañeda se manejaba sin ninguna dificultad,  era su fiel y audaz don Juan. Sin embargo aunque  la poesía sigue marginada en los medios de comunicación social,  Castañeda supo distinguirla  y debo recordar que  un día de las madres,  mi poema a la maternidad titulado Oración de mi entraña fue portada de El Nuevo Día, no creo que eso haya pasado en ningún periódico de masas.  Lo que demuestra su sensibilidad,y amor por las palabras no sólo noticiosas, sino también por las poetas. 

Castañeda creó un ambiente amigable para la cultura, aunque en lo político el periódico no ejercía  atracción a muchos artistas, ya que la mayoría de los creadores no somos estadistas, el  supo superar esa  al ejercer su liderato con su personalidad entusiasta y apasionada .  Se ocupaba de llamar personalmente a artistas, creadores, escritores. Era un radar estaba pendiente de descubrir talento y calidad y lo buscaba donde quiera que se encontrara, para crear un nuevo un espacio cultural . 

De esa forma llegaron al periódico voces nuevas como lo fue entonces Edgardo Rodríguez Juliá, Rafael Castro Pereda, Carmen Dolores Hernández, y artistas de la talla de Juanito O’neil que también trabajaba para Claridad y Arnaldo Roche, hasta entonces desconocido, entre otros. 

La sección Por Dentro, dirigida por Gloria Leal fue otro buen ejemplo de cómo se le dio paso al quehacer cultural. Trabajaba yo entonces en la Fundación Puertorriqueña de las Humanidades y bastaba hacer una llamada a su oficina para que reseñaran las actividades que auspiciábamos, o nos decían que pasaran los la redacción, y los propios directores de programa llegaban al periódico, y sin comunicados previos,eran acogidos con interés, sin claques. Era una tribuna abierta, viva, y guardo ese mismo recuerdo también del periódico El Mundo cuando llamaba a la sección cultural.  

Pero El Día tenía fama de transformar artísticamente la información, eso era parte de la visión de Castañeda. La palabra no se podía poner de cualquier forma, había un maridaje con los fotógrafos que también eran periodistas visuales, con los dibujos y caricaturas, todo estaba en función de la palabra, de buscar la noticia.

Sabía que no hay nada que retrate mejor que las palabras , un árbol seco, es una imagen de por sí, pues  la imagen debía ser fiel a las palabras, sugerir, añadir, completar la idea, como el verbo era fundamental para los titulares periodísticos de impacto.. Fue un  periodista y un  maestro natural, no guardaba para si sus claves, gustaba como buen maestro compartí sus conocimientos eso fue parte de su misión . Gloria Leal nos cuenta que luego de retirado cuando diseñaba El Nuevo Herald se convierte en maestro de periodista de 17 países y  cambiaba formatos,  las formas de trabajar en la mesa, sabía jerarquizar la noticia , e insistía en usar la palabra concisa de impacto., en decir más con menos. 

Ser periodista era su pasión, inseparable de su sentido estético y ético. En Castañeda habitaba un sociólogo natural, estudiaba, entendía al público a quien se dirigía y preveía el mundo del futuro. Analizaba los cambios y los gustos de los lectores del nuevo milenio. Pero siempre fue partidario, como él mismo lo expresara en una conferencia en la Universidad de San Salvador en 1993 y cito: “del concepto de la calidad total, era imprescindible el sentido de excelencia en su contenido y en su presentación”. 

También lo oímos de sus palabras en Argentina en 1995 en la Universidad de la Plata, alertando que la clave no es reinventar, es volver a las raíces y para ello se requería y cito “noticias escritas con concisión, fuerza dramática, sin superficialidad. Un diseño legible que estimule la lectura”.Se entusiasmaba con las posibilidades que se creaba con la Macintosh, en la composición gráfica en función del diseñador y del propio periodista, que no podía estar ajeno a ese proceso. 

Era un hombre culto y gran lector. Trabajaba para los Ferré pero eso no le impedía ser admirador del social- demócrata que había en Muñoz Marín, y expresarlo sin problemas.

No puedo abstraerme de decir que soy hija de  un escritor que sentía el periodismo como parte de su ser, por eso Salvador Tió escribía Desde el Tuétano, donde se forma la sangre .   por eso escribió, “a orgullo tengo llamarme periodista y como testigo de la historia la he de seguir contando como la veo. No escribo para populares, para estadistas o para independentistas , escribo para puertorriqueños. No escribo con fines electorales. Escribo con propósito de interpretación histórica.” 

La búsqueda de talento de Castañeda no se limitó al ámbito cultural, también lo llevó a destacar y darle gran importancia al periodismo de opinión. Entonces el periódico, bajo la sección de Perspectiva colocaba  las columnas a página entera, hacían su entrada triunfal en las primeras páginas, desde la página 3 del periódico. Imposible que pasaran desapercibidas. 

 

Para Castañeda no bastaba esa entrada triunfal para validarla  lo importante no era sólo que fueran artículos de opinión, tenían que estar escritos por buenas plumas, ágiles que invitaran a la lectura. Sabía que un buen escritor agarra al lector desde las primeras palabras. Los lectores esperaban ese diálogo semanal, polémico, que seguía el pulso de la noticia, o de la controversia o de la reflexión, o del humor. Aunque algunas veces se desplumaban, pero sin perder elegancia.   Algunas columnas permanentes  de impacto fueron las  de Manuel Méndez Ballester, Luis Rechani Agrait,  Rafael Castro Pereda y Salvador Tió,entre otros. 

Castañeda creía en el pluralismo de ideas, en la avidez por conocer la verdad, entendía que la libertad de expresarlas consolidaba la democracia. Castañeda lo expresó de esta manera: “por tener ideas propias, no hay que temer a las ideas ajenas y de ahí la trascendencia que tiene el flujo de información libre y el pluralismo de los periódicos con vistas al afianzamiento de la democracia.” 

Esa pasión y respeto por las ideas  también las compartia mi padre cuando escribió “se escribe con libertad, o no se escribe, el escritor es la pasión por la verdad”. 

Y podría añadir que esa visión ética  y estética de Castañeda eran también  su preocupación y su misión, sin esa visión no hubiera podido sobrevivir la borrosa frontera entre el negocio y el periodismo. Entre el fanatismo y la pasión partidista, porque entre nosotros sabemos que en última instancia,la libertad de prensa la poseen los dueños de los periódicos. como decía mi padre" Grandeza hay en su misión, miseria en su sumisión". 

Hoy día no puedo dejar de comentar  la crisis  que sufren la prensa escrita y digital a nivel mundial,  es oportuno señalar que el PEN INTERNACIONAL celebrara en los próximos días en Islandia su Congreso # 79 en el que  reconoce que existen serios problemas de libertad de expresión en muchos de los grandes poderes mundiales. Una troika de leyes inaceptables en Rusia. Estados Unidos encabezando una explosión de vigilancia que continúa retrasando a los dos siglos de avances en reglamentos relacionados a los temas de privacidad y libertad de expresión en la prensa escrita , y sobre todo en  la digital , Y la alarmante  y terrible situación en China en que han creado 50 mil  puesto de policías cibernéticas logrando encarcelar a mas de 50 escritores chinos .

En nuestras aguas algunas veces mansas otras veces turbulentas , llenas de remolinos, marejadas  de la política puertorriqueña supo navegar Castañeda. Y pienso que  en gran medida se debió sobre todo a que las personas entendían y respetaba su talentosa labor periodística, su pasión por el periodismo, era un periodista en todo el sentido de la palabra. Le dieron dar espacio para actuar y demostró su vocación y sus convicciones.  Y como expreso Edgardo Rodriguez Julia, ”ennobleció un proyecto que pensó y meditó.” 

Se jubiló, pero nunca se retiró, por sus venas corría tinta, 

estaba hecho de palabras, no era que él las seguía, eran ellas los que lo habitaban, por eso mantuvo su misión de médico de periódicos dando charlas por el mundo, ofreciendo consejos para levantar periódicos en crisis, en America Latina en Europa.  Ofrecía charlas en universidades para hablarles a estudiantes de diseño o de periodismo, creando escuela,  propagaba la necesidad  de transformar un periódico de letras a un periódico de imágenes,  pero importante con raíces en la comunidad. Y esto es un  reto, porque esa fórmula  hay que saber hacerla, se dice fácil. pero en manos del que no tenga sentido histórico, compromiso social ,y amor y respeto por la palabra, puede deformarse y el resultado ser  diseñar un periódico  simplón y sin substancia . 

Este libro no es sólo útil para dueños de periódicos, periodistas, también  para diseñadores de revistas literarias, para los que trabajen con la imagen y la palabra, para los que quieran comunicar ideas..

No nos extrañe que se haya casado con una maestra de español, Lillian y que su hija Eileen sea artista ceramista que trabaja la imagen con sus manos, esa visión estética la hereda y la vive con generosidad y compromiso.  

Por eso existe una Fundación Carlos Castañeda que se dedica a dar becas a estudiantes de PERIODISMO, haciendo hincapié como requisito indispensable en la importancia del español, que es el instrumento de trabajo del periodista y que es la máxima señal de identidad de cualquier país. 

La palabras deben ser fiel retrato de lo que somos, es importante hacerla coincidir con nosotros mismos, de ahí su vocación, y la consistencia de unas ideas  a través de toda una vida.  Carlos Castañeda, hizo coincidir sus palabras consigo mismo, desde ellas edificó su vida y dejó un legado y la defensa de un periodismo libre. Como parte de sus preceptos dejó otra herencia que no caduca, y es inseparable de un buen periodista,  la del respeto y amor  por esta gran lengua que es la máxima señal de identidad de un país y que fue de muchas maneras también su patria  , la geografía de su espíritu, las palabras fueron  antídoto ante el destierro.  Fueron su hogar, su raíz y su semilla,  donde quiera que iba . Y dio frutos.

 

CARLOS CASTAÑEDA: MI MAESTRO

Wilda Rodríguez

“Enseñar es un ejercicio de inmortalidad.”     

Esas son palabras de un teólogo brasilero de nombre Rubem Alves. Yo las acojo como mías para decirles que Carlos Castañeda se hizo inmortal siendo maestro. La misión de un maestro es reproducirse en sus discípulos. 

Es una larga cadena que quienes logran comprenderla son humildes en su reconocimiento y sólidos en su propia misión.

Quien realmente aprende de un maestro tiene que asumir la responsabilidad de llegar a serlo.Mi amigo el maestro Antonio Martorell no se cansa de hablar de sus maestros. Mientras más nosotros reconocemos al maestro que habita en él – en Martorell - más se encarga él de honrar de palabra y hecho a quienes fueron sus maestros. Martorell se refiere a Lorenzo Homar con una devoción tan genuina que no deja lugar a dudas de que lo honra en cada trazo de su propia obra

Buenas tardes. Vengo a honrar a mi maestro Carlos Castañeda Ayúdenme a despertarlo que yo quiero que me oiga darle las gracias. Debe estar echando un sueñito en lo que hablamos de él acá en la tierra. No le gustaba que lo alabaran. Por eso, ayúdenme a despertarlo con un aplauso a Carlos Castañeda de entrada y de pie.

         ¡Aquí estamos, Carlos Mauricio!

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Amigos…Yo escribo todos los días. Lo que sea. Un ensayo, un verso, una receta, un pensamiento. Hay quien dice que soy un güimo escribiendo. Carlos me enseñó que tenía que hacerlo. Que esa es mi gran responsabilidad en la vida.

“Escribe niña, escribe. Ya quisieran muchos saber hacerlo. A nosotros se nos dió esa gracia. Nos toca hacerlo por ellos. Escribe.”

Lo decía de diferentes maneras, pero el mensaje era el mismo. Carlos sabía que tenía la responsabilidad de ser maestro y te repetía las lecciones en muchas formas, pero siempre en oraciones cortas como sentencias. Cuando lean el libro Ser periodista, la vida y legado de Carlos M. Castañeda, y las anécdotas que aparecen en él, se darán cuenta de lo que les digo. Todos los que narran sus vivencias con Carlos recuerdan sus lecciones como las describo: al grano. Usaba la técnica del periodista para imprimir mensajes precisos y concisos en sus alumnos. Su discurso de cátedra era identificable del resto de sus conversaciones.

Esa era la técnica del maestro para los que consideraba sus alumnos. Los que no, se podían morir esperando una lección suya. Su atención siempre la tenían. Una sonrisa se la daba a todos. No dejaba a nadie con la palabra en la boca. Su oficina – una pecera de cristal - siempre estaba abierta a la conversación y la consulta. Era un excelente conversador y sabía escuchar, cosa esencial a un periodista. 

Aunque, acá entre nos, también aprendí de él a meter la cuchara y parar los monólogos de los que tardan mucho en dejarte espacio a la conversación. Los que su objetivo es uno persuasivo o egocéntrico.

De esos también acudían muchos a la oficina de Carlos. Algunos para hacer alarde después entre sus pares de su relación personal con el director del periódico más grande del país. Algunos para estar cerca del poder. Muchos para mantener el oído en tierra, mantenerse en el loop. Otros sencillamente para curarse en salud. Obtener la amistad de Carlos por si caían en desgracia.

También los había que eran amigos genuinos, gente que lo respetaba y lo admiraba de verdad. De todo pasaba por la oficina de Carlos Castañeda y a todos les ponía el sello. Ninguno lo engañaba. Ellos no se percataban, pero ninguno lo engañaba. Carlos jugaba el juego porque siempre sacaba mucho más información de la que le sacaban a él. El Gato era Carlos Castañeda.

Pero lo cierto es que tenía que aguantar cada personaje que lo que quería era oirse a sí mismo. Entonces usaba otra técnica gatuna, los interumpía brevemente para darse un paseíto por la redacción.

Esas interrupciones las hacía con garbo cuando uno de sus “invitados” acomodaba el fondillo por horas frente a él para tener su oído.

“Perdone un momentito que tengo que llevarle esto a Wilda”,  decía, por ejemplo. Y agarraba cuatro papeles y se iba a mi escritorio.

“Lleva una hora repitiéndome la misma historia de la semana pasada”, me decía. Daba la vuelta por el escritorio de Saúl, Carlos Morales, de Sucre, o de cualquiera de los periodistas que estuvieran en la redacción. Entraba a Por Dentro o subía a Deportes un momentito, y entonces regresaba respetuoso y atento a escuchar el resto del monólogo.

Con algunos disfrutaba un montón y las  carcajadas y los chillidos lo delataban. Con otros, era su naturaleza educada y fina la que los toleraba. Y la esperanza de que soltaran algo sabroso que se convirtiera en noticia.

Con sus discípulos era otra cosa. La molestia de mirarte fijamente a los ojos por encima de los espejuelos y dirigirte a tí una lección que tú identificabas inmediatamente por el tono y la precisión, era un privilegio que se reservaba para los que él escogía.

Habíamos unos cuantos de esos y todos quisieramos reclamar haber sido su discípulo amado… y lo hacemos. Y es que todos los que él escogía eramos amados por el maestro. Yo me sentí querida siempre junto a Carlos Castañeda.

“Escribe siempre para primera plana.”

Con el cuidado, el rigor y la pasión que requiere un escrito que va a quedar para siempre en la portada de un día de la historia de tu país.

Parir el primer párrafo de cada artículo es siempre lo más difícil. Ahí es que pones el alma. Ahí convences o pierdes al lector. Es un arte.

A veces pasaba frente a mi escritorio y me veía mirando al techo como si el lead me fuera a caer del cielo, se sonreía y no me decía nada. Pero cuando pasaba un rato y le entraba la jiribilla del cierre, volvía y pasaba y me espetaba un: “¿Ya pariste?” Porque había que parir todos los días. Había que montar el muñeco.

“Usa siempre la imaginación. No te salgas de los hechos, pero piensa como capturar al lector”.Una cita, una anécdota, un detalle. Sobre todo un detalle. Carlos era afecto al detalle.

“Fíjate siempre en los detalles… y úsalos”.

Carlos me decía la niuyorican aunque sabía bien que la mayor parte de mi vida había transcurrido en San Juan. Obviamente siempre he tenido la mancha del smog de Nueva York junto a la de plátano.

Lo que le intrigaba era mi interés en el idioma. Me preguntaba siempre lo mismo: dónde había aprendido buen español. Y yo le contestaba siempre lo mismo: en la High de la Universidad. Pero seguía llamándome niuyorican.

“Es la pinta de hippie”, me decía.

Yo sabía que era mi actitud. Los puertorriqueños criados en Nueva York son Puerto Ricans with an attitude. Yo la heredé de mi mamá y la pulí en Hell’s Kitchen en Manhattan a intervalos de mi niñez.

Lo que a Carlos le agradaba, por supuesto, era mi apetito por la palabra bien escrita. Si de algo pudo presumir Carlos Castañeda era del dominio y el cuidado de su idioma. No aceptaba chapucerías. La práctica de los periódicos de comerse los artículos en los titulares terminó con El Nuevo Día.  

Discusión de status enciende Capitolio era inaceptable para Carlos.

“¿A qué carajo le prendieron fuego?” habría exclamado.

Tenía que ser un pensamiento completo.La discusión del status enciende el debate en el Capitolio

Una vez, José Luis Díaz de Villegas y yo tuvimos una discusión por un titular que protesté. Uno de los titulistas usó la palabra polución y Jose Luis insistía en que estaba aceptada por la Real Academia porque la usaban en los periódicos españoles y latinoamericanos. Yo me emperré y llamamos a don Salvador (Tió) que era miembro de la Academia en Puerto Rico. Efectivamente, todavía no había sido aceptada aunque la malusaban a diestra y siniestra en Madrid y Caracas. Para principios del ochenta, polución en español todavía quería decir eyaculación.

“El periodista tiene que tener ideología. Lo que no puede hacer es imponerla. Y tiene que saber dejarla a un lado por la verdad.”

Vamos a estar claros en la diferencia entre ideología y preferencia sobre status con que se le confunde en mi país. La ideología es el sistema y la forma de vida a que usted aspira a vivir. Soy socialista antes de ser independentista y lo sería bajo cualquier status. Y si me lo preguntan, soy periodista también antes de ser independentista.

Pero tengo ideología y eso es esencial para mi como ser humano y como periodista. Otra gran lección de Carlos.

Cuando lean el libro verán que Carlos siempre tuvo ideología. En su juventud fue seguidor de Eduardo Chibás. Fidel Castro conquistó su pensamiento hasta que lo traicionó con la práctica. Era un gran admirador de Luis Muñoz Marín, pero también de Juan Antonio Corretjer con quien sostenía unas conversaciones largas que lo dejaban contento y sosegado por horas.

Siempre lo consideré un socialista demócrata y el me sonreía cuando le decía que era socio de Rubén Berrios. Pero veamos como me ilustró su lección sobre ideología.

Fue precisamente cuando murió Luis Muñoz Marín. Recuerdo que entré a su oficina y le dije riéndome: “Tenía que morirse en la clínica donde yo nací”. Don Luis murió en la Clínica Mimiya en la calle De Diego en Santurce. Allí nací yo.

Siempre he sido independentista y como tal siempre he sostenido que Muñoz nos traicionó. Lo digo con respeto en su casa porque aquí mismo se lo dije al propio Muñoz con el mismo respeto, pero sin pelos en la lengua. Recuerden que me crié en la misma escuela donde estudiaron sus hijas y que soy contemporánea de su nieto Luisito que era novio de Cristinita, una compañera de clases, y con quien tuve en mi juventud una buena amistad… jangueábamos juntos. Este lugar no me es ajeno.

La muerte de Muñoz nos acuarteló a todos en la redacción como era de esperarse. La planificación de todo lo que había que cubrir, investigar y redactar por los próximos días era el trabajo más importante. Había que poner en orden los muñequitos para montar el muñeco.

“Wilda, vete a Barranquitas. Te toca el entierro”.

Quedé muda. Pensé que esa tarea le correspondería a un compañero más afín a la ideología de Muñoz y al mismo Partido Popular, no a la independentista irreverente que era y sigo siendo yo. La tarea, pensaba, debía recaer sobre una persona que le pudiera imprimir un sentimiento genuino a esa pérdida. Creo que todos los demás pensaron lo mismo porque no dijeron ni pío. Enterraron la cabeza en las libretas donde tomaban las instrucciones del director.

“¿Yo, Carlos?”

“Si, tú. ¿Algún problema, compañera?”

Cuando Carlos me decía compañera era pura complicidad y broma. Esa vez iba en serio.

No dije nada más. Me fui a Barranquitas y fue una de las experiencias más importantes de mi vida personal y profesional. Lloré con el dolor de un pueblo que no quería despedir a Luis Muñoz Marín. Escribí una de las mejores notas de mi vida.

Nada que ver con la objetividad. La objetividad no existe. El mismo Carlos lo repetía citando al dueño de las revistas Time y Life, el legendiario Henry Luce. Es un mito, decía Luce.

El periodismo lo hacemos seres humanos. Los seres humanos no podemos ser objetivos porque somos sujetos y subjetivos del saque. Cargamos a cuestas nuestro trasfondo, nuestros prejuicios, nuestras pasiones. Lo importante es ser honesto. Lo importante es ser íntegro. No importan nuestros ángeles y nuestros demonios. Cuando ejercemos el mejor oficio del mundo tenemos que hacerlos desnudos de alma y limpios de corazón.

Lo que me trae a los siete mandamientos de Castañeda para formar un buen periodista: honestidad, integridad, valoración ética, sentido de misión, pasión profesional, amor a la libertad y compromiso social.

Ustedes pensarán que se le quedó la formación intelectual e idiomática. Pero no. Ninguna de esas cosas pueden lograrse sin las otras dos: el hambre de saber y el respeto a la palabra. Historia, cultura y lengua son los fundamentos de cualquier oficio humanista y en el periodismo son imprescindibles.

El periodista, decía Carlos, es un autodidacta profesional. Tiene que disponerse a aprender todos los días. Tiene que prepararse en lo que la academia no enseña o lo que la academia obvió y hasta evadió.

Sobre todo, tiene que conocer el idioma en que escribe. Cuando lean a Carlos Castañeda encontrarán una maestría singular en el uso del español  a la que aspiré desde el primer momento en que le conocí. Porque si algo hice el primer día que me enrevistó fue pedirle con mucha desfachatez que me dejara leer algo que hubiese escrito. Mi primer día de trabajo, Carlos me entregó una vieja revista Bohemia.

“Ahí tiene lo que me pidió”.

Carlos usaba el usted y el tú indistintamente y a veces en la misma oración.

Confieso que no recuerdo que fue lo que leí de Carlos ese día. Lo que sí recuerdo es que allí mismo decidí que cuando fuera grande quería escribir como él.

En este libro van a descubrir por qué. Si no han leído antes a Carlos Castañeda van a quedar envueltos en su encanto como escritor. Y también en su inmensidad como maestro.

Este libro debe ser lectura obligada en todas las escuelas de periodismo. Aunque quizás la envidia y la insidia, la mezquindad, lo impidan como impide muchas veces que se le reconozca toda su aportación al periodismo puertorriqueño.

A veces me pregunto si Carlos Castañeda habría sido usuario de Face Book y Twitter. Pienso que personalmente, quizás no. Pero estoy segura de que su periódico sería el primero en ambos foros sociales. Y estaría chillando por toda la redacción cuando saliéramos con un palo en Twitter antes que nadie más.

Amigos, soy discípula orgullosa del maestro Carlos Mauricio Castañeda. He vivido pendiente siempre de honrar ese privilegio. Porque cuando lo encuentre nuevamente en otro plano, quiero poder mirarlo a los ojos y decirle que cumplí con la sentencia de Sarmiento:

Los discípulos son la biografía del maestro.”

 

 

CASTAÑEDA, MUÑOZ Y DOÑA INÉS

Era muy joven Castañeda cuando conoció a Muñoz, aquí mismo, en Trujillo Alto. Vino a Puerto Rico por primera vez como enviado de la revista Bohemia Libre de Nueva York, a cubrir las elecciones de noviembre de 1960, y entrevistó al triunfador que comenzaría su segundo cuatrenio el primero de enero. El periodista concluye su artículo con estas palabras.  “…Lo que se ve en Puerto Rico invita a pensar, a estudiar, y por sobre todo a sentir un profundo respeto por un experimento político tan preciso.”

No soñaba Castañeda en aquel entonces que 10 años más tarde regresaría a Puerto Rico y sería él mismo el autor de otro novedoso experimento, no político, sino periodístico: un periódico-revista llamado El Nuevo Día.

En 1977 conoce a Doña Inés en ocasión de la develación del cuadro de Muñoz pintado por Francisco Rodón. Aunque aquel primer encuentro entre Castañeda y Doña Inés fue algo tormentoso, ese día se inició una amistad que duró hasta su fallecimiento. El 14 de agosto de 1990 Castañeda escribe un obituario en END titulado “Cuénteme su vida, Doña Inés”, reproducido en la pag. 109.

Leo un par de párrafos:

“Apenas hace un mes que hablé telefónicamente con ella…el timbre de su voz parecía conturbado. Luego de encargarme el cuidado de unas bellas notas sobre Luis Muñoz Rivera, dedicadas a la conmemoración de su natalicio, doña Inés me expresó sus preocupaciones…

“Cuando me reponga voy a llamarle para contarle mi vida. Quisiera que usted escribiera mis memorias”.

Pese a que mi relación con doña Inés siempre se circunscribió a sus llamadas telefónicas, …. la íntima vocación periodística de ella contribuyó a anudar lazos de afecto y respeto entre ambos. Sentía una profunda devoción por la palabra escrita. Admiraba al periódico. Me aturdía con sus elogios personales. “Mamá es loca con usted”, me confirmaba la hija Victoria en sus visitas a la redacción…

En las postrimerías de su vida, se dedicó a recordar el pensamiento de Muñoz Marín, a mantener el espíritu vivo de la puertorriqueñidad, a servir como la voz de la conciencia del partido que ella y él fundaron con gran ilusión.

Cuénteme su vida, doña Inés,” termina el artículo.

Además de las frecuentes llamadas telefónicas a Castañeda, Doña Inés acostumbraba a acompañar el envío de algún documento con una carta:

Copio algunas líneas:

“Quiero darle las gracias por decir la verdad y publicarle sus ideas sobre la crisis de confianza que sufre nuestro pueblo, a Victoria.  Su padre, que tanto padeció la mala prensa, del silencio, del ataque por años y años de los más importantes periódicos del país, apreciaría en todo lo que vale la comunicación libre y esmerada que le sirve usted,  él tuvo que recurrir a los hijos del humilde “Batey” para enterar a los puertorriqueños de las injusticias que padecían.  En estos días de desgracias, van las mías.”

De otra carta:

“Le mando el discurso sobre Luis Muñoz Rivera que pronunciará el Padre Fernando Picó mañana, reviviendo el recuerdo de nuestro pueblo del patriota…usted sabe quien fue Luis Muñoz Rivera.  Dudo que la gente joven puertorriqueña lo conozca. Fernando es un gran maestro.  Cuando un gran maestro le habla a un pueblo que parece estarse olvidando de sus patriotas, se me sale el alma para luchar que no se pierda su voz.  Yo fui maestra.  Como usted, siento reverencia por la palabra.  Sé que es mucho pedir acomodar esta lección patriótica en dos páginas para que llegue, en su periódico, a miles que no estarán el lunes en Barranquitas, pero el martes, si.. al alcance de su voz”.

Otra:

“No sé como agradecerle que la lección del Padre Picó llegara a todo el país publicándola en su periódico.  En agradecimiento le mando para su colección esta foto de Luis Muñoz Marín—Es la más imponente de las fotos que de él guardo. Está escribiendo el discurso de la victoria en el ranchón Rocking Horse de Elmer Ellsworth, viste lo que entonces se llamaba “un slack“, tenía dos y se los quitaba y ponía a diario. Las sandalias resguardaban apenas los pies cansados de caminar y caminar´-- la mesa rústica se la hizo un trabajador del barrio.  ¡Qué joven era! Y que lleno de ideales. Tiene una honda preocupación sobre la frente.  Para mí es su mejor imagen.”

Para terminar quiero leerles un trocito de  “El soñador conturbado” donde Castañeda habla del Muñoz que él ve en el cuadro de Rodón, publicado el primero de octubre de 1977 en END y reproducido en el libro, p. 97. Comienza citando unos versos de Elsa TióYa sólo veo ante mí cosas perdidas

tierra sin campesinos ni canciones

una gran losa de cemento y piedra

sirviendo de sepulcro a las semillas

una hoja secuestrada por un viento sonámbulo

un árbol que es la tumba de unas alas vencidas.

He tratado de ver las huellas en el viento

de todo lo que pasa de todo lo que vive

de todo lo que sangra llora y muere

y sólo veo la cicatriz del tiempo.

            Elsa Tió, Detrás de los espejos empañados, 1977.

Y continúa Castañeda:

Como en el verso, los ojos reminiscentes de Muñoz sólo parecen contemplar la cicatriz del tiempo.

Sentado por el artista en el “lienzo sin límites”, como un Moisés bondadoso con la guayabera estrujada al final de la vereda, mira a Puerto Rico con pupila nostálgica y dubitativa. En el rostro, astillado por los años y la lucha, se conjugan sentimientos y presagios profundos. El soñador conturbado ve la obra todavía inconclusa cuando empieza a hacerse la noche de la vida. Quizás, hay duda en el hecho e incertidumbre en la suerte que tendrá lo hecho, temores en los que han venido después. Se siente fatigado e impotente para ponerse de pie sobre las piernas trémulas, agarrar la obra en sus manos y de un golpe maestro dejarla terminada para la posteridad. Como Martí, siente que ya para él “es hora”.

Ahí está en silencio, él, hombre de la palabra. Al igual que a Borges, que por “magnífica ironía”, cuando Dios le dio los libros le quitó la luz de sus ojos, a Muñoz se le hace difícil la palabra cuando él, quizás, quisiera hablar más con su pueblo. Pero en la paradoja del lienzo, el artista logra, en la muda contemplación abrir un diálogo fugaz y penetrante. A las preguntas que le hace la historia, él responde: “Yo lo hice lo mejor que pude, pensando siempre que hacía lo mejor para mi pueblo,”

Y yo me despido con una frase de  Doña Inés:

"Yo creo, como mi esposo, que el periodista es el guardián cotidiano de la democracia y el diario defensor de la libertad."